La situación parecía no tener solución. Pronto se acabarían los recursos. Nadie tenía esperanza. Nadie tenía razón. Nadie sabía por qué hacía lo que hacía. Ni siquiera sabían por qué empezó todo, ni mucho menos por qué seguían en aquel enfrentamiento sin sentido.
Pero entonces pasó algo que lo cambió todo. Papá Noel, que se había escondido en un planeta deshabitado con todos sus duendes y sus renos, tuvo una idea.
-Tenemos que hacer algo, compañeros -dijo Papá Noel-. Se acerca la Navidad y puede que sea la última.
-No servirá de nada -dijo uno de los enanitos.
-Tenemos que intentarlo -dijo Papá Noel-. Puede que no tengamos otra oportunidad. El Universo se va al traste.
-¿Qué propones? -preguntó Rodolfo, el reno.
-Estás loco -dijo un duende.
-Situaciones locas necesitas de ideas locas para intentar encontrar algo de cordura -dijo Papá Noel-. Si no funciona, no habremos perdido nada más que el tiempo, tiempo que se nos agota.
-Me parece bien -dijo Rodolfo, el reno-. Al menos, nos divertiremos una última vez.
Cuando en los diferentes planetas fueron apareciendo los disfraces navideños y sus habitantes se los fueron poniendo, la alegría rebrotó como un manantial entre las rocas. Los alienígenas mirando por instinto al cielo, donde encontraron el trineo de Papá Noel. Siguieron su estela y llegaron al planeta donde este se escondía. Al ver a sus enemigos un primer impulso ira quiso aparecer, pero no lo hizo. La alegría era tan grande que nadie se enfadó, nadie se peleó ni nadie estropeó la fiesta.
Después de aquella Navidad en Paz en todo el Universo se empezaron a buscar soluciones. Todavía tardaron algo de tiempo en entenderse, pero al menos la guerra cesó y la esperanza se hizo un hueco en el corazón de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario